Política a Punto: Llaryora reaviva su viejo sueño y se prepara para intentar la aventura presidencial

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La sorpresiva decisión del gobierno nacional sobre el drástico acotamiento del cepo y una serie de decisiones destinadas a evitar que vuelva a dispararse la inflación, generaron un nuevo mapa político y abrieron el apetito de poder de algunos dirigentes políticos con aspiraciones nacionales, entre ellos Martín Llaryora.

Llaryora, con 52 años, es uno de los integrantes de un pelotón de gobernadores que se posicionan como la renovación dentro de la política nacional y que tienen un rasgo distintivo claro: varios de ellos pertenecen a diferentes partidos políticos. Todos ellos creen estar en condiciones de subir al ring y convertirse en el retador de Javier Milei, si es que el libertario aspira a continuar sentado en el sillón de Rivadavia otros cuatro años más a partir de 2027.

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Por envergadura de la provincia que administra, el bonaerense Axel Kicillof (53 años) está en un primer lugar porque, además, Buenos Aires es un monstruo que tiene casi un tercio de los votantes de todo el país. Hoy distanciado de Cristina Fernández, el mandatario de ese distrito fue ministro de Economía de la viuda de Néstor Kirchner, de quien luego se distanció.

Entre Llaryora y Kicillof existen grandes diferencias, pero tienen una base: forman parte del peronismo.

También está muy bien posicionado en esa carrera el radical Maximiliano Pullaro (50 años), en franco ascenso dentro de la política nacional, cosa que se vio ratificada el domingo en su provincia, donde obtuvo un clarísimo triunfo en las elecciones para elegir convencionales constituyentes.

El pelotón de presidenciables desafiantes también pone en un lugar dentro de lo que se puede denominar hoy la segunda línea a Rogelio Frigerio (55 años), con raíces en el PRO y ex ministro del Interior durante la presidencia de Mauricio Macri.

En el escenario político actual, la paleta se completa con Ignacio Torres, del PRO, gobernador de Chubut, y con apenas 36 años.

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En esa lista de potenciales presidenciables hay que aclarar que no es fija ni nada que se le parezca, aunque todos los que están incluidos han manifestado su voluntad de avanzar en un proyecto nacional.

Juntos a la par

Llaryora va de la mano con Juan Schiaretti, a quien promociona como primer candidato a diputado nacional, cosa que el exgobernador sigue rechazando en forma tenaz. Algunos dirigentes justicialistas piensan hasta en una candidatura testimonial de «El Gringo», cosa que es toda una novedad y que todavía no ha tomado trascendencia dentro del justicialismo.

Schiaretti se aferra a la tabla que tiene escrita la leyenda: «Quien fue Papa no quiere ser obispo», pero las presiones continúan. Y no solo del PJ cordobés, sino de sus aliados nacionales de Hacemos, sobre todo de bonaerenses y de los propios seguidores de Pullaro, con quien está en sintonía fina.

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Su entorno dice que al PJ cordobés y sus pedidos lo puede disciplinar, pero con los socios nacionales es bastante más complicado. Como para evitar contactos pegajosos, en los próximos días Schiaretti se tomará un avión que lo llevará a Roma.

Mientras tanto, Llaryora aguarda en las sombras para desplegar sus alas. Tiene desafíos de corto plazo muy importantes, como que el nuevo plan económico sea un éxito y que prospere la reunión conciliatoria con el Gobierno nacional pautada en Corte Suprema por la deuda con la Caja de Jubilaciones. No son desafíos sencillos, obviamente.

En el llaryorismo piensan que es una carrera de largo aliento y que si no se llega para 2027, quedan al menos tres turnos electorales más para dirimir la presidencia. Una carrera que no es para ansiosos.

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