Mario Pergolini, entre el mayor desafío de su carrera y el público de Mirtha Legrand

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Para la señora de ochentilargos, Mario Pergolini es un hombre «bien parecido» que usa traje y se muestra agradable y «ameno» con sus invitados. Le dice «Mario», con la confianza que tendría un Eduardo de la Puente. Conclusión preliminar: Pergolini está trabajando para el mismo público de Mirtha Legrand. Interesante. Casi perturbador.

El homenaje que Mario Pergolini le hizo el otro día al tango, su cara de perplejidad impostada en el Obelisco, él mismo plantado como un granadero delante del símbolo porteño: mejor que cualquier spot publicitario del Gobierno de la Ciudad. Puede que esas cosas llamen la atención de la señora que supo ver Grandes Valores del Tango y ahora imagine a «Mario» como un nuevo Silvio Soldán.

De alguna manera, aunque suene rarísimo, Pergolini se convirtió en una cara bastante novedosa para la televisión. Encima hablamos la demonizada, la súper arcaica y primitiva televisión de aire. Todo esto hace que el ex conductor contracultural se haya vuelto más adulto que nunca. Una cara que atrae -se dice «interpela»- a un público completamente distinto. Ni siquiera al de Caiga Quien Caiga.

Probablemente, y con el cinismo al que nos tiene acostumbrado, Pergolini haya vendido su regreso con marcado desdén, sin darse cuenta el riesgo que iba a significar verse tiernamente expuesto como nunca en toda su carrara. La palabra «volver» apunta a generar una nostalgia. En términos musicales, la gira mundial de Oasis. En términos cinematográficos, una remake. Pergolini volvió para hacer algo nuevo. Volvió para ser comediante.

En la radio, desde sus comienzos, estuvo siempre en un vestuario de fútbol, rodeado de amigotes que hábilmente lo secundaban. El imperio de su voz y de su tiempo -Pergolini fue la Rock&Pop gloriosa- hicieron que la Negra Vernaci, por ejemplo, se mimetizara y lograra ser la mujer más parecida a un varón de ese vestuario.

En CQC tampoco se exhibía tanto Pergolini: las cosas graciosas pasaban por la calle, por los móviles. Él bastoneaba desde el estudio con chistes cortos y guionados.

El Mario del regreso

Mario Pergolini, en «Otro día perdido». Se reconvirtió en comediante.

Cuando reapareció en Otro día perdido, después de 15 años de ausencia, en los envíos de chismes -y también en la opinión pública que cuchichea por redes-, lo maltrataron diciendo que había vuelto por plata y por deudas relacionadas con Vorterix. Pergolini escuchaba: «¡Eh!, callate, vos dijiste que la tele estaba muerta. A mí me chupa un huevo, yo no vivo para el otro», nos dijo dos días antes de arrancar su programa.

Lo interesante para el ego de una figura que decide alejarse de la televisión, es que el día que decide volver a la tele de Guido Kaczka y Nico Occhiato, pueda hacerlo y lo haga en el prime time de un canal líder.

Mario Pergolini y Marcelo Tinelli tuvieron altos números de rating en la TV abierta. Hoy la historia es otra para ambos.

Pergolini creyó que le iba hablar al mismo público crecido de la Rock&Pop. «Al que tenía 20, 30 años y ahora tiene 50, 60». Se quedó corto con su cálculo etario: su programa logra comunicarse con gente aún mayor que, curiosamente, lo descubre en un rol que ni él mismo se debía imaginar.

El tema del rating –promedio, 5 puntos– no parece ser algo que le preocupe tanto como la gracia divina de poder hallar un remate ingenioso cada cinco segundos. Imposible no verlo sin pensar en lo bueno que era Roberto Pettinato haciendo late nights shows.

«La tele -dice Mario- es un medio que su época de oro la ha perdido por completo. Los números que se manejan en comparación con los números que tuvo este medio demuestran que es un público envejecido al que otras plataformas le han ganado, incluso la radio le ha ganado».

Mario Pergolini, bailando el tango en «Otro día perdido».

Parece que Otro día perdido funciona muy bien en redes sociales. Un beneficio secundario de un canal de televisión que, en definitiva, pide rating. Además, Pergolini sabe perfectamente que la presencia de Cazzu puede volverse viral sin que ningún tiktoker sepa quién es el señor que la entrevista y, mucho menos, cómo se llama el programa dónde ocurrió la aparición de la cantante. En cambio para la señora que ve a Mirtha Legrand, él ya es «Mario».

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