Las exportaciones y el superávit comercial son, por si hace falta decirlo, las principales fuentes de divisas genuinas con que cuenta el país. Y en más de un sentido, también dos motores centrales para movilizar la actividad económica de un modo que sea perceptible y no sólo estadístico. Se entiende, los son cuando están en funcionamiento y sobre todo muy activos.
Esa combinación en buen estado es lo que visiblemente necesita hoy el Gobierno, apremiado por la escasez de dólares y la presión de algunos compromisos que asumió ante el Fondo Monetario como parte del acuerdo de comienzos de 2025. Entre ellos, tener armado a cortísimo plazo un paquete de reservas de US$ 14.500 millones que, además de apuntar a generar confianza, en los hechos suena a garantía de pago.
El equipo económico está enfrentando el problema a la manera como enfrenta otros semejantes: endeudando al Estado o sacando dólares de donde sea.
Ahora mismo, ha colocado un bono de US$ 1.000 millones que se pagará en pesos a una tasa de interés del 29,5% anual considerada alta por los especialistas o, si se quiere, normal para un país en apuros. Pero aun faltan alrededor de US$ 4.000 millones para llegar a la meta con el FMI y probablemente algún bono adicional.
Pegado al apretón con el Fondo, en el frente de las exportaciones los últimos datos del INDEC cantan US$ 6.664 millones para abril; esto es, casi raspando los US$ 6.460 millones que en el mismo abril sumaron las importaciones. Al menos dos problemas se cruzan en ese cuadro.
Uno pasa por el muy módico superávit de US$ 204 millones que surge de comparar un número con el otro. Si se prefiere, salta en la diferencia que separa al saldo del 2025 respecto del que hubo en 2024: nada menos que US$ 1.603 millones o una pérdida de 1.603 millones de un año al otro.
Números, nuevamente números, el dato siguiente contrasta el crecimiento de las importaciones con el de las exportaciones, o sea, el factor que anima la diferencia de superávits. Siempre abril 25 versus abril 24, tenemos un avance notable del 37,3% en el caso de las importaciones contra un modesto 2,3% para las exportaciones.
Vale una precisión aquí: más que una diferencia de precios, pesan mucho las cantidades y en algún sentido un tipo de cambio que parece alentar la formación de stocks intramuros. En el medio, asoma el riesgo de que una evolución de ambas variables así de despareja vaya comiéndose el superávit.
Hay una salida a la vista, solo que es una salida esta vez demasiado peligrosa para los intereses políticos libertarios. Consiste en restringir las importaciones, un clásico de este y otros gobiernos cada vez que las cuentas externas se ponen complicadas.
¿Y por qué esta vez sería una salida peligrosa? Simple: porque en una economía muy dependiente de insumos del exterior, trabar las importaciones le pegaría directo a las actividades productivas, o sea, al objetivo de alimentar una reactivación vigorosa que en el plan oficial debiera acompañar al control de la inflación. Carta ganadora pensada para las elecciones legislativa del 26 de octubre.
El propio Javier Milei hace apuestas sobre el momento en que la economía empezará a dar señales de reactivación. Más precisamente, el momento en que él celebrará haber puesto fin al largo ciclo de estancamiento que arrancó en 2011, hace ya 14 años.
Dijo estos días, en un encuentro de la cámara que reúne a empresas de Estados Unidos y de la Argentina: “Es lo que estamos buscando. Y ustedes saben que, cuando me pongo un objetivo, soy bastante determinante en la búsqueda”. Milei cree que el momento de cantar victoria está bien cerca.
¿Y qué dice el EMAE, el estimador mensual de la actividad económica que elabora el INDEC? Los últimos índices marcan diferencias mínimas entre 2025 y 2011, que no dan para afirmar que la reactivación está en marcha y que, en cambio, aconsejan esperar cifras más contundentes o “aguardar hasta que aclare”.
Un ejemplo, de los no muy favorables a la gestión mileista, es ver qué pasó con la industria y la construcción desde enero de 2024 cuando el nuevo gobierno ya había empezado a funcionar a pleno.
Medida en meses, la serie que toca a la industria manufacturera anota 11 bajas contra 4 alzas. Y la de la construcción, 12 registros negativos (incluido el 2024 completo) contra 3 positivos. Juntas, ambas actividades ocupan 1,5 millones de trabajadores y representan el 18% del PBI, esto es, 6,7 puntos porcentuales más que la devaluada inversión.
Último dato para este boletín pariente directo del anterior: el Producto Bruto por habitante de 2011 supera en más del 10% al de 2025; es decir, 14 años perdidos y el lugar en que quedamos parados mientras el tren del mundo sigue andando.
Está claro que el mileismo no es responsable de semejante cuadro, tanto como que debe hacerse cargo de lo que le ha tocado sin culpar al kirchnerismo por cada cosa que le cuesta resolver: para eso está donde está, según Milei, “el mejor gobierno de la historia”.