Olivosgate: la disculpa que profundiza el daño

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Fue un despropósito que intentó ser banalizado una y otra vez. El festejo del cumpleaños de la expareja de Alberto Fernández cuando este era presidente de la Nación, realizado en la quinta de Olivos en medio del encierro más estricto durante la pandemia de coronavirus, vuelve a ser noticia por declaraciones de Fabiola Yañez desde Madrid.

Recién ahora, a casi cinco años de lo ocurrido y a cuatro de que se ventilara ese reprochable encuentro social como consecuencia de la difusión de videos y fotos, Yañez dice que se arrepiente, que “fue un error muy grande” y que quiere pedir “disculpas a todo el mundo que no pudo despedir a sus familiares o por haber estado tanto tiempo en una cuarentena tan larga y sufriendo tantas cosas”.

Las disculpas –claramente extemporáneas– incurren en el mismo nefasto accionar de hace casi un lustro, pues no hace más que ratificar que ese tipo de episodios eran habituales en la residencia presidencial durante el encierro colectivo. Dicho en palabras de la propia Yáñez: “Esas cenas eran una normalidad, pasaban habitualmente” porque a la quinta se había trasladado el personal de la Casa de Gobierno y en algún momento del día tenían que comer. “De repente, te decían ‘hay una cena’ y la cena ya estaba lista. Y eso era natural y normal. Ese día era mi cumpleaños y hubo gente que estaba trabajando conmigo, que se quedó. Era algo que pasaba habitualmente”.

Inmediatamente, Yañez aclaró que no fue de ella la idea del encuentro ni de que sobre la mesa “habitual” hubiera una torta de cumpleaños y copas para brindar.

A pesar de haber sido ambos hallados culpables de “violar las medidas adoptadas por las autoridades nacionales para impedir la propagación del Covid-19” y de haber arribado a un acuerdo monetario de “reparación integral” con el fiscal Fernando Domínguez, el juez federal de San Isidro Lino Mirabelli, en una actitud tan inexplicable como bochornosa, homologó dicho entendimiento y se encaminó a cerrar el expediente.

Resulta inaceptable la liviandad con que Yáñez comenta ahora que esas comidas eran “habituales” en Olivos. Nada la obligaba –ni a ella ni al resto de los que frecuentaban la residencia– a reunirse alrededor de una mesa multitudinaria y menos a llevar adelante un festejo. Debieron haber dado el ejemplo, pero desistieron de hacerlo.

Resulta inaceptable la liviandad con que Yañez justifica que en la quinta de Olivos se hayan hecho numerosos encuentros que estaban vedados al resto de la población. Ella y Alberto Fernández debían dar el ejemplo, pero hicieron lo contrario

Quienes no fueron “beneficiados” por ese tratamiento diferencial en una sede de gobierno pueden dar fe de las restricciones que cada uno practicó en sus propios domicilios, donde los cuidados se exacerbaron al punto de no tomar contacto directo con personas mayores que sí los necesitaban y a las que asistían desde detrás de una puerta. O los casos tremendos de quienes ni siquiera pudieron despedir a sus muertos para no contagiar ni contagiarse.

La habitualidad que describe la señora Yañez no hace más que confirmar que, durante ese estrictísimo aislamiento para el grueso de la población, hubo quienes hicieron la vista gorda con el agravante de que eran los mismos que dictaban las resoluciones para seguir manteniendo encerrado al resto, dando lecciones de moral y retando cínicamente a la población.

Después de haberles aceptado la Justicia al expresidente y a su entonces pareja la irrisoria compensación económica de 3 millones de pesos, en octubre de 2023 la Corte Suprema cerró la causa judicial por el llamado Olivosgate.

Tras cumplirse cuatro años del delito, la diputada porteña Graciela Ocaña (Confianza Pública) pidió a la Corte que la reabriera. No hubo novedades hasta el momento. “La foto que todos conocemos del cumpleaños de la ‘querida Fabiola’ es una escena más de la impotencia que genera la impunidad del poder”, sostiene con acierto Ocaña.

No nos equivocamos en afirmar que, aun fuera del poder, todo indica que hay quienes siguen gozando de imnunidad aunque hayan cometido atrocidades. Estaban en juego nada menos que la vida y los sentimientos de millones de personas.

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